domingo, 20 de diciembre de 2009

Aún si no hay espacio, puede haber lugar

No había lugar para ellos"... para un hombre de la familia del lugar pero que había tenido que ir a ejercer su oficio de carpintero lejos. Ni para su mujer embarazada y su hijo a punto de ser dado a luz.

Dios era extraño porque venía vestido de hombre. Si hubiera estado vestido de esplendor, tal vez sí, alguien le hubiera ofrecido hasta las "llaves" del pequeño villorio. Pero no, justo eligió lo más inapropiado para un Dios... vestirse de lo mismo que amaba.

Además vino de afuera... y siempre los extraños generan una lógica inseguridad. No pertenecen al ámbito de lo "mío", de lo propio, de la sangre, del linaje, del club, del colegio, del nombre de familia, de lo conocido o de lo manejable. Solemos rechazar y negar lo que no nos brinda algo tan básico como la mínima tranquilidad.

Cuando no hay "espacio" -por cualquier razón que hubiese- entonces, tampoco podemos ofrecer un lugar.

No somos queridos ni bienvenidos o somos en cambio rechazados. Medidos, juzgados y encontrados no aptos, convenientes, bellos, placenteros, adecuados... sin ninguna perspectiva de "proactividad" eventual ni rentable en ninguna de sus formas imaginables.

Pero sí, HAY un "pesebre". No es el vacío o "lo que queda"... algo así como el "espacio de la Cenicienta". O, como decimos crudamente en un exabrupto o pensamos amablemente en el ámbito de los intereses: "vos no existís". Ese lugar del rechazo, el pesebre, se transforma en una POSIBILIDAD. Donde las emociones humanas se estrangulan y angustian, ahí mismo, aparece una fuente de vida.

Es la famosa lógica de la botella medio llena o de la medio vacía... o, diríamos, de la botella o no haber NADA adentro... no había ni espacio ni lugar...

Pero ahí mismo, donde no veo nada y siento que falta todo y que crece... como desde dentro de esa nada el rechazo y la angustia... ahí puede haber amor.

El Amor, que es más fuerte que la muerte.

Hace dos días una persona me decía que lo único seguro en la vida era la muerte. Y, fue genial, porque me ayudó a verlo mejor; le respondí que "no"... que lo único seguro, y más que la muerte es el amor. Porque también la muerte se va a acabar y pasar pero el amor la precede y atraviesa... es lo único que puede trascender y hacerse eterno...

Ahí donde hay un pesebre de nada y rechazo yo puedo elegir y decidir libremente poner oración, por mí, para no atraparme en esa perspectiva de rechazo; y por los que me hieren, para que pueden vislumbrar algo mejor para ellos y para compartir, que su miedo o su brutalidad.

Puedo poner esperanza de que la botella está... aunque haya vacío, y, con mi creatividad fabulosas y recursos propios -que TODOS tenemos... sino Dios sería un monstruo voraz que nos hubiera podido mandar por error a "esta vida" pero sin el equipo suficiente para atravesarla... el tema es si yo sé ver el equipo que Él me dio... o sólo hurgo dentro de lo que espero tener como "capacitación"- con todo eso puedo estar, con el amor, dentro de la nada del pesebre y dentro del dolor mismo y poner ahí dentro lo que eso no me puede dar... porque me lo da el amor. El Amor, desde dentro, nos brinda MUCHO MÁS de lo que nos falta...

El problema es si nosotros podemos trascender nuestras lágrimas... Cuando tenía 18 años me regalaron un cartel que decía algo así como: si de noche lloras por el sol, las lágrimas te cubrirán los ojos y no podrás ver las estrellas...

Que la Estrella de Belén... signo de un Dios que eligió llamarse "Dios que nos nosotros" y que prometió estar con nosotros "todos los días hasta el fin del mundo" nos ayude a trascender nuestras medidas y previsiones. Y nos ayude a transportarnos incluso de nuestras seguridades o miedos emotivos y ver LO QUE DIOS quiere hacer. La Navidad es un misterio... y los misterios no se analizan... sólo se reciben y se comprenden.

Para recibirlos... tenemos que ser como ante Papá Noel: volvernos como niños pequeños... si no, ya sabemos que Papá Noel no existe y los regalos dejan de tener la "magia" de ser dones y se transforman en intercambios comerciales gratos... o pesados... cuando no nos luce la conveniencia posterior...
Para comprenderlos necesitamos renunciar al caudal de nuestra capacitación y experiencia y callar... como si, para recibir una nueva sinfonía tuviéramos que quedarnos quietos y prestar atención... Si escuchamos algo y mientras tanto seguimos con otra música encendida... tendremos algo parecido al sólo ruido de una calle... multifacética, pero estruendosa y confusa...

Una muy Santa Navidad en el misterio del Amor que eligió vestirse de lo que amaba... aunque era lo opuesto de lo que había soñado y formado.

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