domingo, 29 de marzo de 2009

Tráfico de "afecto"


En las personas, el mundo no percibe lo que llama "vocaciones" sino algo más parecido a CANTERAS. Ve en la gente cualidades que pueden ser rentables en un sistema productivo y estimula el desarrollo de esas cualidades hasta su máximo potencial de rendimiento.

Pero nunca se introducirá en la oscuridad de la persona. Sólo lo hace de un modo exterior y asistencial para lograr la estabilización del rendimiento. Y atenderá con premura sutil y brillante todo el pontencial peligro de pérdida de un filón de rendimiento. Por eso resguarda con todo tipo de seguros y atenciones particularizadas ("premium") a todo lo que le interesa o conviene en su propósito de éxito. Del mismo modo, todo eso se derrumba estrepitosamente cuando uno, de su parte, no logra poner la parte que le corresponde.
Siempre es mejor pensar que la miseria del vecino justifica un poca la propia o incluso, comparativamente, hace más llevadera la propia perversión.

Lo psicológico no es espacio de verdad sino de alivio. Y la prueba de que la gente no quiere curarse, en esas circunstancias, es que vuelve siempre a lo mismo y, de hecho, cada vez peor... "más claro todo" pero cada vez peor... Porque la voluntad real de curarse no existe sino sólo la de poder recoger el poder para intentar continuar en el propio proceso voluntarista.

Uno podría llegar a creer que tiene vocación por algo y estar, en realidad, más cerca de estar encerrado en un útero materno sistémico. Es la filiación al sistema ante el que los progenitores suelen sólo renunciar algo de poder: claro, con la convicción de que el poder sanguíneo es más fuerte que el productivo-rentable. Y con la convicción secundaria de que su producto amoroso traerá aportaciones extras de poder y dominio placentero como son el éxito y la renta. Y los sentimientos pueden, perfecta (y lamentablemente) ponerse al servicio sólo o sobre todo de estas motivaciones e intenciones.

Uno podría, imbécilmente, sentirse macho adulto e independiente. Y, en realidad, estar siendo gobernado por las fantasías de otro y por la maternización de un sistema lleno de defectos. Pero no de errores sino de defectos constitutivos que estallan en la falta de armonía y de presencia reales de las personas. Que más bien terminan manejándose casi todo el tiempo en casi todo, de la cama al escritorio y a la mesa de familia con cantidades ingentes de sentimientos o inmaduros o falsos o mentirosos. Y SIEMPRE con una licencia omnipresente: "HAGO LO QUE PUEDO". Que suele ser la sustancia utilizada para permanecer dentro de ese útero productivo con las caricias de progenitores y los catálogos abrazados en común con "partners" más o menos asociados o asociables. La cuestión es no ser expulsado de esa "polis" al mundo exterior donde puediran habitar o los dioses o las fieras.

La aburrida y veraz moderación

Las afirmaciones y creencias excesivas son un narcótico dulcemente emponzoñante, hasta que, ante la ineficacia, liberan toda la brutal carga de frustración y violencia; pasaje abrupto del festejo y la dulzura a la violencia más desgarradora.

Esos espasmos internos de entusiasmo o de rechazo... son SIEMPRE falsos, mentirosos y emponzoñantes.


En las personas, el mundo no percibe lo que llama "vocaciones" sino algo más parecido a CANTERAS. Ve en la gente cualidades que pueden ser rentables en un sistema productivo y estimula el desarrollo de esas cualidades hasta su máximo potencial de rendimiento.


Pero nunca se introducirá en la oscuridad de la persona. Sólo lo hace de un modo exterior y asistencial para lograr la estabilización del rendimiento. Y atenderá con premura sutil y brillante todo el pontencial peligro de pérdida de un filón de rendimiento. Por eso resguarda con todo tipo de seguros y atenciones particularizadas ("premium") a todo lo que le interesa o conviene en su propósito de éxito. Del mismo modo, todo eso se derrumba estrepitosamente cuando uno, de su parte, no logra poner la parte que le corresponde. Y, acompaña, dispendios, en la medida en que comprende que esa parte oscura es lícita; acompaña e incluso, incentiva...


Siempre es mejor pensar que la miseria del vecino justifica un poca la propia o incluso, comparativamente, hace más llevadera la propia perversión.


Lo psicológico no es espacio de verdad sino de alivio. Y la prueba de que la gente no quiere curarse, en esas circunstancias, es que vuelve siempre a lo mismo y, de hecho, cada vez peor... "más claro todo" pero cada vez peor... Porque la voluntad real de curarse no existe sino sólo la de poder recoger el poder para intentar continuar en el propio proceso voluntarista.


Uno podría llegar a creer que tiene vocación por algo y estar, en realidad, más cerca de estar encerrado en un útero materno sistémico. Es la filiación al sistema ante el que los progenitores suelen sólo renunciar algo de poder: claro, con la convicción de que el poder sanguíneo es más fuerte que el productivo-rentable. Y con la convicción secundaria de que su producto amoroso traerá aportaciones extras de poder y dominio placentero como son el éxito y la renta. Y los sentimientos pueden, perfecta (y lamentablemente) ponerse al servicio sólo o sobre todo de estas motivaciones e intenciones.


Uno podría, imbécilmente, sentirse macho adulto e independiente. Y, en realidad, estar siendo gobernado por las fantasías de otro y por la maternización de un sistema lleno de defectos. Pero no de errores sino de defectos constitutivos que estallan en la falta de armonía y de presencia reales de las personas. Que más bien terminan manejándose casi todo el tiempo en casi todo, de la cama al escritorio y a la mesa de familia con cantidades ingentes de sentimientos o inmaduros o falsos o mentirosos. Y SIEMPRE con una licencia omnipresente: "HAGO LO QUE PUEDO". Que suele ser la sustancia utilizada para permanecer dentro de ese útero productivo con las caricias de progenitores y los catálogos abrazados en común con "partners" más o menos asociados o asociables. La cuestión es no ser expulsado de esa "polis" al mundo exterior donde puediran habitar o los dioses o las fieras.

viernes, 27 de marzo de 2009

El precio de las seguridades

Los padres han educado sólo la cabeza y no hay nada de vida interior y sólo vida exterior. El poder de la cabeza gobierna los ritmos de la seducción y la cama en la sexualidad; de la capacitación en la educación y el rendimiento en el trabajo.
Antes la gente vivía dentro de "yesos" y no podía EXISTIR fuera de los yesos: "Fuera de la polis sólo existen o los dioses o las fieras", decía Aristóteles pero, en la conclusión arriban a un puerto similar: mundos cerrados.

Dentro de los yesos están las "ventajas" de miedos protegidos por seguridades. Como en esas películas de ciencia ficción en que un ente gobierna y todos como niños tienen vidas "confortables", hasta que alguien puede sentir el hastío y descubre una ventana al exterior: lo salvaje, lo por descubrir, lo misteriosamente rico; no lo acumulable, contable, deducible... el orden VERDADERO y PROFUNDO desde las esencias y manando desde el Amor que sólo pueden concluir en Dios mismo.

Ahora, sin embargo, la gente no tiene yesos sino cada uno su molde. Y el modelo de armonización social es el contrato en que las particularidades de los individuos priman sobre las esencias constitutivas; el capricho y el poder sobre la verdad y el amor, con la cuota real de sacrificio.

Este mundo de "moldes" funciona SIN el corazón; las emociones suelen ser como refluencias más o menos serenas o exabruptivas de de la mera satisfacción. Y la satisfacción, en este sentido, depende siempre de las carencias, de la historia en general, y de las experiencias. No necesariamente que se "sienta" como "positiva" significa que fuera un estímulo de crecimiento.

Vida exterior, mental sin interioridad. Poder sin verdad. Competitividad sin orden profundo. Vanidad sin humildad. Alienación sin crecimiento. Recompensa sin vida.

domingo, 22 de marzo de 2009

Emociones engañosasas

El problema "antropológico" tal vez sea un conflicto muy contemporáneo. El lugar de los sentimientos o las emociones.

Uno NO ES lo que siente. Es como si tuviera una cañería por la que pasan muchas cosas por dentro y termino pensando que lo que transita es lo que es... Y, la constitución profunda, real y permanente la tiene la cañería misma. Todo lo otro, aún cuando sea usual, es adventicio y puede cambiar.

En la vida diaria: me muero si no tengo la vida que tienen otros, me muero si no llego a tal nivel de dinero/éxito/poder, me muero si en el plano sexual no logro dominar y exhibirlo... al menos en el narcisimo de una soledad o compartida o completamente aislada... un aislamiento en el que vive un chico en su sentirse centro del mundo y vivir tejiendo caprichos. Es la presencia saludable de padres, no de la insuficiencia de progenitores, quienes invitan a salir al mundo exterior y real. De otro modo el chico queda encerrado en la tumba de la familia, vive ahí y sale al exterior para volver con lo que lo habilita para entrar: el éxito que tiene que pagar como peaje para ganarse el alimento y la comida del afecto y reconocimiento también. O la alienación es de otro tipo: retorna para recibir baños de "dulzura" familiar para reparar por las heridas de la maldad del mundo exterior.

Todo ese desdoblamiento hace que o las personas, ya muertas, transcurran según o el éxito contra la maldad exterior para seguir intentando vencer sus miedos al infinito o buscar relaciones de apegos cada vez más excesivos y dependientes para buscar la "dulzura" ¿"reparadora"?.

Las figuras idealizadas son fuente equivocada de seguridad y los reclamos con estímulos patológicos o victimizaciones construidas a partir de situaciones reales no logran ser trascendidas. Es entonces cuando la verdad, con toda su potencia, sí, se hace fuente de libertad.

Primero percibo la idealización, con la consiguiente crisis de la seguridad. Después percibo mi alteración con la cuota de vergüenza y temor a la crueldad del juicio social.De todo eso puedo constituir un reemplazo por el camino del self-made-man que me dé la sensación de que "YO SOLITO" puedo muy bien abastecerme. Y gesto una actitud en que puedo demostrar que no necesito de nadie y no quiero tener deudas con nadie que me representen algún tipo de dependencias: comienzo otro transcurrir con relaciones CONTRACTUALES... que paso a todo tipo de relaciones de diferentes modos y con diferentes intensidades.

El tema es que yo pueda llegar no a constituir un reemplazo de la idealización para caer y terminar fabricando otra idealización, con otro tipo de patología narcisista e infantilizante también.

Puedo, a través de la sensación de desprotección por colapso a buscar lo auténtico, la esencia; no tanto lo que podría yo hacer, armar o constituir lateralmente. NO CONSTRUIR para caer en el contrato. Sino silencio, para poder percibir en medio del dolor.

Las emociones no dicen la verdad sino algo de lo que pasó. Y la cuestión no es reparar lo que pasó sino que eso sea oportunidad de buscar lo que todavía nunca había encontrado. Ese SÍ MISMO que es real y verdadero y fuente de bien y del amor. Fuente profunda mucho más estable y más allá de todo dolor y contingencia.

lunes, 16 de marzo de 2009

La verdad y las circunstancias

La verdad es la condición ontológica de la persona.

Los estímulos circundantes condicionan más que mucho. Pero este "impacto" tiene un nivel de verdad secundario. Y lo primero es discernir esto.

Desde ahí, una persona evaluará cómo llevar su vida en la verdad según el peso o incidencia psicológica de lo "impactado". Lo que generará una vida particular.

Un hombre, si no logra superar el peso y la distorsión de pulsiones internas puede separarse de su mujer. Porque sería tremendo vivir haciendo esfuerzos o cobrar rabias de tener que estar sujeto a personas a quienes se puede apreciar y reconocer solo mentalmente (me refiero a su esposa).

Uno puede sentir pulsiones y fantasías o ilusiones. Debe reconocerlas sin miedo, verguenza ni perturbaciones, en el plano que corresponda pero redimensionarlas e integrar esa síntesis de sí mismo en una afectividad que avance hacia su esencia propia, respetando todas las dificultades y la complejidad de los tiempos. Y, sobre todo, sin ignorarlas y aceptando y sobrellevando el grado de influencia que pudieran tener para decidir qué tipo de vida es la que podrá sanamente llevar.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Perfecciones agotadoras

Caer en la tentación de lo "perfecto" causa mentira y desasosiego. Mentira porque es un estadío jamás conseguido y, sostener una mentira es un desgaste inmenso; mucho más que los sacrificios del esfuerzo de crecer. Y desasosiego porque uno jamás sabrá quién es ni lo que hace, sino sólo podrá contabilizar sus conquistas cotidianas.
La dimensión interna de la vida estará llena de todos los agujeros que hay en el vivir. Eso es lo básico; la sensación de plenitud está sólo en el Amor.
Las personas no ocupan el lugar de verdad y realidad que les corresponde.
Es verdad que el corazón aspira a un bienestar cordial; pero usualmente el centro está puesto del otro lado y el corazón... sufre.
Toda la realidad interior histórica está transida de situaciones de dolor que pueden ser fuente de reproche y de violencia interna. Y, sin tomar mucha conciencia, el desenvolverse de mi vida puede ser algo así como ser una especie de director de orquesta de esa violencia interna. Y así, elegimos modelos que se identifiquen con esa "violencia" para enmascarar y esconder su presión y su dolor. O elegimos como espacios de calma del dolor de la violencia que son como espejismos gratificantes.
No avergonzarme de mi violencia, comprender sanamente que es parte de mí, y que mis estallidos circunstanciales, no controlados, pueden ser el camino para reconocerla, acogerla y no dejar que ella decida por mí, en mi existencia.
Si uno fue programado para ser "perfecto"...hay que sostenerlo!!!!!!!!! y probablemente eso cree una especie de halo de lo que debo proyectar para ser querido, respetado y conseguir un lugar. Si no lo soy, miento o huyo. Y si lo logro "ser "perfecto"... después tengo que crear un personaje exterior que lo sostenga y convivir conmigo mismo... sólo calmándome pero nunca mirándome...
La reconciliación es entrar en ese dolor y ver cómo está y pensar que no se puede volver atrás pero sí, se puede ir adelante de un modo nuevo. Eso generará, tal vez, otro tipo de dolor, pero un dolor sano, como de parto.

martes, 10 de marzo de 2009

De violencias internas

A veces uno tiene que drenar la violencia interna de todo lo sufrido.
Ver la violencia, no asustarse por el magma del volcán y aprender a caminar como un espeleólogo o experto en volcanes.
No forzarse a una dulzura compensatoria. Sino recibir más humilde y sencillamente una que es ternura curativa, pero no compensatoria. Que invita a vivir y no a pretender reparar. A saber vivir con una especie de "gruyere" histórico, como apolillado por la vida, el desencanto o la inmadurez o la carencia, pero transitable hacia el futuro con una solidez de lo que uno va pudiendo bien de un modo diferente. Pero doler, duele porque hay que desarmar...
El tema es que no angustie tanto por querer tenerlo todo o haberlo resuelto todo.
La guerra siempre paga el precio emocional interno y externo de esa "guerra".
Nada exterior te mide cuando vos encontraste tu medida. Y lo que hacés es cambiar de trajes para explorar situaciones y aprender de esas exploraciones y lo incorporás para poder vivir mejor.

El tema es atravesar la frontera del miedo de cómo sigue uno cuando no puede seguir más como venía. Porque si esa frontera no se cruza, no hay cómo saberlo ni hay cómo poder posicionarse frente a la gente
Recuperar la vida de hermitaños que nos lleva a la sabiduría; desarticulando el poder contrictor de la capacitación. Pero eso implica aprender a navegar las propias rabias justas con modos no desestabilizadores.

Cada vez importa menos cuanto necesite; para vivir hay que caminar. No renuncio a lo que necesito, espero a que llegue... todo lo que hubiere que esperar y con todos los cambios que hubiera que hacer. Incluso el de no haber sido fiel a mí mismo: por regresión a formas viejas, por inundaciones emocionales. Pero SIEMPRE tratadas con verdad; si no, no hay consistencia.
Las crisis desarticulan seguridades y por lo tanto impiden que uno siga acumulando dolor, de un modo cada vez más exponencial.

sábado, 7 de marzo de 2009

Encuentro y confianza; no intercambio

De tanto vivir bajo las deudas del afecto y en las "redes" de los afectos no llegamos a constituir vínculos con las personas. Y ahí los problemas del romanticismo inmaduro y las exageraciones: sos la mujer de mi vida, el hombre de mi vida, adoro a mis hijos, mi mejor amigo o amiga... Una cosa es percibir el lugar de una persona y cuidarlo y otra es tener que pagar la deuda constante de exageraciones, con una constante postergación saludable de uno mismo en pos de una dependencia aseguradora.

Miedo al aislamiento y a quedar abandonados por no poder atravesar la frontera del terror y aprender, gozosamente a estar solos, para poder brindar y recibir amor; lo que implica decir "sí" pero también "no, basta o se acabó".
Sólo la verdad tiene propio sustento, como propios cimientos. No necesita aditamentos para ser sólida. Es como la vida de los niños: dan por sentadas cosas y se desplazan por la vida. Uno diría que es por la incociencia de no tener que ganarse la vida y conocer los peligros de la vida social. Pero en realidad es confianza. En Dios. En la vida.
Algunos se preguntan; "si existe Dios, por qué tengo esta vida"?. La realidad puede ser dolorosa, pero es la realidad primero y, además, uno tiene recursos. Pero no los recursos de la capacitación: la facilidad de haber comido y tener salud y un sentido de protección o contactos por el origen. Eso se puede perder todo y, si me baso en esa gratificación no salgo del círculo de la dependencia y de tramar historia sin tener vida.
Los recursos son los dones de la persona. Las potencialidades que, percibidas y trabajadas se constituyen en virtudes. Y eso es la trama real de una persona. Y esto ya estaba en Sócrates o Aristóteles. Superado y ampliado por el horizonte de la caridad con Jesús; con una restauración y sostén en la gracia. Un amor paciente y misericordioso y con poder de resurrección; no de varita mágica, como suele encantarnos y encandilarnos el mundo de nuestras ilusiones histórico/histéricas.