martes, 29 de abril de 2014

De la muerte y el amor

Es que la muerte no es un hecho biológico.
Se percibe en la carne, físicamente, pero no es un hecho biológico.
La muerte es una oferta amorosa de predisponer todo lo que falta hacia la eternidad... donde no hay límites... en el buen y mejor sentido...
Donde el amor es infinito y no un constante juego de confrontaciones y de poder... Donde el amor ya no es una herramienta existencial sino un estado de vida.
Eso mismo nos es ofrecido mientras vivimos... que sea un estado de vida y no una herramienta... o algo más cercano a lo que suele ser una herramienta... donde reparo, construyo y logro o supero carencias.
La muerte es una dulce invitación a soltar todos los juegos. Por eso, quienes se aferran en el tránsito al "aquí" y a las personas... temen entrar en una dimensión donde ya no saben si podrán manipular como podemos hacerlo acá...
Cuando una persona ama no quiere que los demás estén consigo sino que quiere que cada uno esté donde tiene que estar y haciendo lo que tiene que sanar... sana y alegremente...
Porque uno no es el centro y la afectividad la fuerza centrífuga que tiene capacidad de atracción... para sentirnos "engrosados" afectivamente y  con una especie de sensación de que no nos falta... o de que tenemos lo "mismo que los demás"... para no sentirnos empobrecidos... abandonados...
Cada uno muere serenamente su muerte como un tránsito y los dolores o las dificultades son una invitación a un desprendimiento de todo aquello a lo que ilusioriamente nos aferramos. 
Si tenés que viajar... viajá tranquilo. Ya dijiste e hiciste lo que tenías que hacer o decir y sos importante pero no imprescindible. Uno tiene que seguir su camino y cada uno el suyo. 
Otra cosa es la gente agendosa que acomoda todo infantilmente segun sus intereses o fabrica sus seguridades por agujeros afectivos o tiene temor de sentirse después culpable... y se arma un cóctel muy difícil de tragar y digerir... más enloquecedor que amoroso... aunque muchos o casi todos caigan en su locura: cada uno usa la verdad para vivir o se suicida como quiere... Uno puede dar serenamente una mano pero no desesperar o hundirse o anidar la locura del otro... eso se le parece pero no es amor.
Acá hay un texto muy interesante del encuentro de Santa Mónica con San Agustín, su hijo, antes de su muerte:

 ‘Cuando ya se acercaba el día de su muerte –día por ti conocido, Señor, y que nosotros ignorábamos—, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos.
Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres Tú, cómo sería la vida eterna de los santos...., y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.
Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras. Sin embargo, tú sabes, Señor, que cuando hablábamos aquel día de estas cosas...,  ella dijo:
‘Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en  esta vida.
Qué es lo que hago aquí, y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolonga­ra por algún tiempo: el deseo de verte cristiano católico,  antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este  mundo?’
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero  al cabo de cinco días o poco más cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el  sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación: ‘¿Dónde estaba?’
Después, viendo que estábamos aturdidos por la tris­teza, nos dijo: ‘Enterrad aquí a vuestra madre...                                                   
‘Confesiones’ lib. 9,cc. 10.11

No hay comentarios: