jueves, 2 de abril de 2009

Corazón, verdad y libertad

Lo que suele llamarse "corazón"... no lo es. Y ese concepto, riquísimo en sí mismo, está siendo referido a otra cosa. Esa otra cosa, más bien, podría expresarse con el concepto de emociones... que no es lo mismo ni llega a poder tener una entidad tan sólida y profunda como la del corazón.
Ese espacio de (cúmulo de) emociones funciona con el impacto de la gratificación o del conflicto. O sea, de un modo muy primario, atado a la historia y nada racional... sin racionalidad... flujo de sensaciones que sólo combinan o no según el modo de captarlo de un sujeto inmaduro.
Emociones "gratas" si coinciden con las expectativas en las que uno fue "amasado", "labrado" pero que no brotan de un yo real y auténtico, menos aún profundo. Ingratas cuando, dado un conflicto subyacente; histórico, traumático o configurador, en todo caso, siempre generador de dependencias que limitan o coartan un sano flujo de la libertad; en esas condiciones, entonces, se lo percibe como restrictivo, limitante, irritante, agobiante, depresor... porque no coincide o entra en colisión con una configuración interna malsana... o patológica.
Eso no puede ser el corazón de nadie. Y, desafortunadamente, suele ser desde donde la gente decide sus "flujos existenciales" y firma sus contratos (casamiento, partida de nacimiento... y las escrituras de todo orden que le siguen), previo haber pasado por un examen de la carne más o menos romántico, fantasioso o patológico-compensatorio. Ahí, puede haber todo el rango del catálogo que ofrece el mundo según las diferentes culturas y religiones y cuadraturas sociales; lo que no puede haber desde ningún punto de vista es amor. Sí, una aspiración al amor, pero coartada por la configuración de una red de costumbres e intereses que van produciendo, cuanto mayor el éxito, tanta más vejez en el alma: porque la distancia desde el sí mismo verdadero y profundo produce caducidad... No la limitación de la creatura, de la persona concreta... sino caducidad, vejez y muerte... lenta e imposible de detener en su proceso de erosión. Sí, existe la posibilidad de la resurrección.
Algunas personas buscan la compañía para reemplazar la sensación materna de tener a alguien disponible. Porque una cosa es una presencia fiel y otra el recurso de usar a la gente para no sentirse solo.
El no poder sentirse solo, es la causa de entregarse al terror del aislamiento y a la prisión de las presencias sociales que lo calman: esposa, marido, hijos, casa, trabajo fijo... Y esas cosas, vividas desde la soledad sana son espacios de comunicación y crecimiento. Pero, en este otro sentido, son dependencias. Y mientras la salud, desgraciadamente, ayude para generar dinero, siempre habrá un oportunista que me felicite y me hunda en mi locura.
A veces uno se entusiasma con lo que ve... pero es mejor toda la verdad.

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