lunes, 29 de diciembre de 2008

Madurar la emotividad

Cuánto uno más se concentra en lo que siente menos puede ocuparse de uno mismo. Es como un enamoramiento de la propia indigencia y una especie de autocuidarse en la propia lástima. Para salir de los sentimientos es necesario ver dónde uno está empantanado y decidir salir adelante. La diferencia es que antes uno ha salido de lo pantanoso fugándose con alguna fantasía gratificante o compensatoria. Ahora, uno se da cuenta de que tiene que salir... Y que duela, aunque sea verdad y sentido, no es lo más importante. Si uno se queda mucho en la consideración del propio dolor, miedo o molestia es como si buscara eternamente soluciones emotivas para conflictos emotivos.
Lo lúcido es algo nuevo y saludable. No un racionalismo que funciona como una droga voluntarista que me hace adicto. Un signo de evolución en esto es la sobriedad: sentir que fulano o fulana son "divinos", que algo es "LO mejor", o que uno estuvo hundido en esto o en esto... no es que no describe algo de verdad, pero la carga emotiva excesiva nubla el juicio y lo tergiversa. No es ni una frialdad calculadora y que termina matando la vitalidad y los sueños, ni es un emotividad espontánea. Es una emotividad trabajada con pensamientos sanos, veraces, capaces de alentar vitalidad. Pero, a pesar del dolor y del cansancio, yo elijo seguir esos criterios nuevos y no me dejo rendir por la emotividad: sea que me sienta mejor y concluya que estoy "bárbaro" o que no avance y me entregue a la desazón por no tener réditos esperables en mis cálculos de confort viejos.
Vivir es crecer y esto no se puede calcular; se puede buscar e ir percibíendolo por los frutos, no por los adjetivos. Que algo nuevo sea más fácil, fruto del trabajo puede parecer espontáneo y, de algún modo lo es, pero es una espontaneidad trabajada y elaborada y no impulsiva (que es infantil y MUY PELIGROSA). Un espíritu cultivado percibe con un instinto nuevo. Un espíritu herido sólo busca dejar de sufrir y eso, para crecer, no alcanza. Es necesario encontrar una base sana sobre la que trabajar.

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