sábado, 30 de mayo de 2009

Instinto asesino (de uno mismo...)

El killing instinct, en el hombre no es natural. Y, la violencia que lo genera es fruto de un desorden o de un hiperestímulo perverizante. Y, aplicar la "ley de la selva" a la convivencia y darle una copa o medalla y mucha platas dediversos orígenes... no es diferente del "circo romano"... aunque nos creyéramos más civilizados.
Es una actitud perversa y antinatural y contraria al corazón humano. Y, pensaba el otro día: cuando nace el exitoso (en el parto del "killing instinct") muere el ser humano... en la más o menos larga o lenta o convulsionada agonía hasta llegar a fallecer el hombre.
Y uno no es diminuido por no ser así, sino MUCHO MÁS armonioso. MUCHO MÁS libre. MUCHO MÁS sano. Aunque estas cosas en el mundo del cajetillas, el compadrito, el canchero, el piola o el cool, no estén de moda de cartel y uno quede en la penumbra o la oscuridad del anonimato.
La vida tiene una frontera que es la muerte. Quien no puede ver más allá vive dentro de esta frontera y sólo si escucha una brizna trascendente puede asomarse a una percepción antecedente y conscuente de su existencia.
La guerra no brota del interior del hombre, de la violencia desordenada y desquiciada. Esa es la codicia o la vanidad que, llevadas de la mano de la violencia, la usan para justificar la locura bajo formas exteriores de poder.
La violencia es sana cuando se protege o defiende lo justo, y ahí es necesaria y justa la guerra y la violencia. No el abuso, el atropello o la descalificación; eso sí, es locura humana. Pero la guerra tiene una entidad en la condición humana cuando, por el uso de la libertad, las personas podemos no respetar la entidad de la cosas, entidad claramente visible en el orden físico-químico, en la salud... y menos apreciable y mucho más manipulable por enfermedad o infantilismo en el plano de la verdad de la entidad profunda de las cosas. Esta última entidad es la última en mostrar los bordes de su espacio y el estado en que nos sumimos, porque la libertad espera mucho más el despertar y la reacción. Y los otros dos órdenes, el físico y el de la salud son primeros detonantes de nuestras depredaciones y depravaciones.
Hay una violencia sana y justa, dolorosa y bella. En un corazón noble la victoria no es algo que se colecciona en la retahila del poder, sino un paso para ofrecer una apertura y un camino a una justicia más abarcativa e integradora, con espacios más saludables para el crecimiento.
La otra violencia, la que brota de la codicia o la vanidad, o la ignorancia culposa, esa es inaceptabley DEBE ser combatida. Primero con el poder del amor mismo y, si no alcanzare, con el de la violencia saludable. Por amor al otro y respeto a su integridad lo freno y condeno, no para sepultarlo en vida sino para que pueda encontrar el fin de su rabia y, en la dolorosa serenidad de la verdad reencontrar el sentido de la vida y un hermano que lo espera con la mano del perdón. Esta violencia, acaricia con violencia para despertar a vivir: como un electroshock.

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