sábado, 30 de mayo de 2009

Rellenar lo que no se llena

Uno no puede evitar el motivo por el que, otra persona, origina y vive algo... pero JAMÁS está atrapado por eso. Si el otro lo hace o por codicia o por vanidad o por demostrar poder, por ignorancia culposa, lo importante es que yo lo haga por un sentido verdadero. Lo que me hace superior pero NUNCA me pone por encima: como Jesús que lavaba los pies del primer Papa que apostataría momentos más tarde y a todos lo que se fugaron de la verdad... para intentar refugiarse en sus miedos; hasta que lograron encontrarse en la oración y aprender a vivir en la libertad del Espíritu.
El otro puede elegir lo que elige y es un gran acto de amor a uno y al otro no dejarse invadir por esto. Alguien permanece fuera de los límites de la enfermedad, la locura, el desquicio y el disparate; fuera de la fantasía de la mentira, para conservar algo más allá del alcance del "poder" y poder ofrecer un amor nuevo que, a los ojos ciegos, parecía una pavada.
En el episodio de la caída de San Pablo en el camino de Damasco, Jesús le dice: "Levántate"; le da una orden al señor que se llevaba rabiosamente a todo el mundo preso, atrapado en la formalidad de sus propias convicciones. Sus barrotes eran sus ideas y creencias. Se levanta y sus ojos no ven ya nada... nada...el vacío. Entonces, alguien lo toma de la mano y lo lleva, igual que a una criatura. Un león de Israel, nacido en Tarso, con doble ciudadanía en el imperio, cae y le dan órdenes y lo toman de la mano y lo llevan.
Esto es algo del nacer de nuevo, de la alto, del Espíritu. Un frenazo trepidante y una caída. Una parálisis abrupta de todas las eficacias. Una voz. Una orden. El vacío. Una mano que se tiende y que se acepta. Caminar conducido. Y sólo ahí puede aparecer otro horizonte. Una vida como misión y con destino; no sólo con punto de partida y de arribo o podio o fracaso.
Por eso no importa por qué nos feliciten, porque tal vez el otro no vea lo que hago ni por qué, porque su existencia habita poblaciones cartesianas o idealistas, y sólo está entrampado en su mente. Tal vez sea un ser para la muerte que trata de probarle con arrojo a la vida que, aunque hubiera sido arrojado a la existencia, es capaz de conquistarla con su propia obra caínica... con esfuerzo y mezquindad oculta y envidiosa de la bondad y la generosidad... por no darse cuenta de que puede aprenderla...
No importa la mirada y el motivo del reconocimiento. Importa sólo la verdad. La comunión sólo es posible en la verdad. Lo otro es pobre negociación, satisfacción, hastío, miedo, olvido y eterno retorno a ese mismo círculo... con otro, con uno mismo, sin haber llegado a ser sí mismo.
El constante vacío, el imparable artilugio de rellenar, la fatuidad del relato pobre... mucho mejor vecino del chusmerío. Una chusma prolija y socializada pero a un abismo de una comunidad y del respeto del amor.

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