sábado, 4 de octubre de 2008

Carencias

Uno no está condenado a vivir en la crianza que le dieron. Uno teme salir porque viene la amenaza y el reproche de hacer sentir mal a los demás con el cambio de conducta; pero más allá de la frontera del miedo a salir de un lugar de desazón, confusión o muerte, está el horizonte de la libertad.
Con gente nueva y un modo nuevo de establecer contactos, valores y afectos. Lo que no desprecia, por el poder del perdón, a nadie de lo anterior, pero que se siembra en un lugar diferente.
Vivir para las carencias es vivir para lo viejo e irreparable. Salir de las carencias y buscar al sí mismo creado y saludable, despierta los dinamismos postergados de un modo diferente al de la compensación aliviatoria. TAN ENGAÑOSA porque compensa lo que faltó pero no proyecta hacia adelante. El hecho mismo de ir a bucear a la carencia crea ritmos internos de regresión y de afincamiento en conductas inmaduras que no acabaron de constituirse. Desde las pulsiones más básicas hasta las ideas y visiones sobre las personas, la vida y las conductas. El asunto no es ir a la carencia sino salir de su síndrome para poder entrar en el sí mismo y ahí terminar un proceso maravilloso de darse a luz... la plenitud primera de la libertad... cuando uno es padre y madre de sí mismo. Y no usa a los demás como compañías bien cuidadas... no por amor... sino por falso propio interés... para no sentir dolor o placer de cuidado infantil.

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