sábado, 4 de octubre de 2008

Identidad y capacidad

A veces existe la tendencia a sentirse dueño de lo que no se es propietario. Porque se desarrollan las capacidades de las personas o cosas pero sin percibir su identidad profunda. La identidad conlleva una vocación y una misión. La capacidad es la aptitud que permite una adaptación social de acuerdo con los intereses coyunturales. Sea superar abusos de autoridad y de clase a nivel de los principios, sea tratar de concretarlo a nivel del poder (desarrollo técnico o acumulación material de bienes y o servicios).
No quiero decir que el espíritu humano (tal vez algo así pensara Marx) desarrolla algo para conquistar poder. En general, en un principio está MUCHO MÁS la espontánea fascinación del espíritu humano que busca responder al medio y transformarlo para ser señor, viviendo el "mandato" original de crecer y aprender el camino de la felicidad. Con propias posibilidades internas que le permiten tomar conciencia de que puede percibir la felicidad y llegar a disfrutarla; no que la felicidad sea la concreción o la seguridad, pero sí que tiene potencial interno de percibir, recrear, descubrir, disfrutar y finalmente entrar en comunión con un misterio que supera todo lo que pudo desarrollar.
Quien está capacitado, sabe cómo moverse en la sociedad pero no sabe quién es, por lo tanto, podría servir para cualquier tarea que la sociedad le pidiera de acuerdo con sus ritmos coyuturales; algo así como quien puede llevar muy bien un rafting gobernando sus temores y aprendiendo y acostumbrándose a los ritmos del medio donde está.
La identidad me lleva hacia mí mismo y hacia la esencia de las personas y cosas. Es entonces que los conozco. Puedo saber usarlo con el ejercicio de mis capacidades, pero no saber qué sea lo que tengo; algo así como un mercenario: puede cobrar por un trabajo bien hecho pero no tiene su corazón puesto en nada. Y, sin corazón, es imposible conocer; sólo puedo ser un excelente experto en el uso.
Y, quien usa, termina explotando. Parte de la dinámica del "uso" es la tentación de emborracharse con la fascinación de las posibilidades sin pensar en las consecuencias, una especie de embriaguez de poder. Y, cuando más me meto y despliego, tanto más adicto me hago, me hundo y los demás me envidian porque, en el plano material domino más (con personas también). Paradójicamente cada vez soy menos señor, cada vez crezca la extranjería en mí y conmigo mismo.
Quien explota, usando de acuerdo con sus capacidades, pierde la habilidad de trabajar porque no puede llegar al fruto. Se queda con el mero cálculo superficial de la rentabilidad. Claro, como uno "necesita" sentirse humano de algun modo, RECUBRIMOS con emociones y algunas conductas nuestro comportamiento. Pero, lo que hay realmente no tiene vida sino distintas formas de muerte. No es el hombre quien vive y habita su ser sino sólo la energía. Y la energía, en el plano de sí misma, sirve para cualquier cosa, no tiene bien ni mal, por eso podríamos prescindir de esos criterios.
Y cuanto más energía liberada en este sentido, tanta menos vida. Sin orden es imposible; sin restricciones y renuncias y dolores y pérdidas no es posible crecer; acumular no es crecer. Y, la tranquilidad que se compra o consigue, no tiene nada que ver con la serena -y muy dolida tantas veces- serenidad de la paz.

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