sábado, 4 de octubre de 2008

Ser lo que uno es

Todo lo atávico, imposición social de tránsito en el momento de paso por el sistema, los "mandatos" imperativos familiares que crean un vida perfecta... parecida a un "perro"... mejor o peor amaestrado... de más o menos raza... con más o menos pedigree formalmente rentable o lustroso al menos...
Ese dinamismo hacia afuera y la falta de estructura interna que permita reconocerse como persona -en toda su dimensión-, crean la imposibilidad de avanzar hacia adentro y profundo; entonces ya no hay antropología sino sólo dinamismo y rendimiento.
El hombre no puede escindirse de las preguntas sobre el origen y el fin y sobre el hecho de que va a fallecer; incluso tratando de negarlo.
La finitud no se supera jamás; sólo se acepta. Y uno descubre que no es obstáculo sino una forma de riqueza: puedo esto y no puedo todo.
Por otra parte, la pasión profunda me guía hacia mí mismo, hacia mi parte. Sólo la codicia y lo imperativo externo pueden torcer mi "fuego interior" y, de un modo prometeico, intentar usarlo para otros menesteres rentables y rendidores en el exterior, pero que cuanto más eficacia tanto más oscuridad y vacío interno, tanto más extranjería en mí mismo y distancia de la percepción profunda de mi esencia.
Sante Teresa Benedicta de la Cruz dijo: "cada ser encuentra el cobijo en su esencia". Siempre conocemos menos y poco y nos toma mucho trabajo, paciencia y tolerancia saludable con el error y la confusión. Nada tan peligroso como la pretención de ser genios o expertos o, peor aún, el mejor.

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