Lo bueno de la sabiduría es que es sólo una semilla.
La parte más dolorosa es que hay que injertarla en la propia carne para que libere su fecundidad y arrastre las formas obsoletas, o sea, no vitales, y geste las nuevas.
Sin entierro, no hay nacimiento; sin oscuridad, no hay luz; sin dolor, no hay nacimiento.
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