Es como si la gente emergiera un instante buscando una utilidad o calma, sin dimensionar un vivir mejor. Pero ahí existe un gran problema: la gente detesta la fidelidad porque le da la sensación de rutina o dependencia. Y está abrumada por los ritmos opiáceos de los mercados de tener que poseer la última novedad para estar feliz. Felicidad que dura el instante del consumo del producto y que pide más y más.
El horizonte de la sola competencia como referencia, la ausencia del silencio para encontrar el trazado en sí mismo antes de salir, y el buscar siempre el combustible afuera, hacen un "modus vivendi" pauperrísimo.
El horizonte de la sola competencia como referencia, la ausencia del silencio para encontrar el trazado en sí mismo antes de salir, y el buscar siempre el combustible afuera, hacen un "modus vivendi" pauperrísimo.
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