sábado, 4 de octubre de 2008

Paternidad

Los progenitores son sólo y no serán nunca más que la transparencia de eso. Cuando no es así, comienza el daño y la distancia de la persona de sí misma para verse obligada a encontrarse y "estar a la altura" de todos esos recordatorios de favores y sacrificios... se supone que madura y líbremente elegidos previamente por quién se hubiera preparado para "recibir" un hijo y no sólamente "tener ganas de tenerlo". Porque exigir un servicio que antes que no se dio la oportunidad de recibir y tomar... ¿es el camino correcto... es amor?
Ser un "hombre de bien" es una persona socializada correctamente entre la locura y la eficacia social -y la religión un medio al servicio de esta suerte de equilibrio complejo y frágil-... ¿o es vivir la voluntad de Dios?... que va más allá de cumplir reglas o estar en ciertos lugares con ciertos modos.
Ser padre es respetar al otro como persona.
Ayudarlo a percibir que nadie lo querrá como quien lo quiere en el Primer Mandamiento y que todos los servicios prestados son, como dice el Maestro y Señor, propios de "simples siervos" a quienes confió los secretos de los amigos con una intimidad profunda y sobria, no pegoteada y atrapada en el devolver "todo el amor" recibido.
Un hijo jamás podría haberse metido en la vida de los padres, porque no tuvo cómo elegirlo, salvo que los padres se lo hubiesen permitido para después poder cobrárselo. Y eso, aunque en el negocio diario se le pareciera, no es un padre o madre.

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