martes, 7 de octubre de 2008

Pretender resolver

La vida no se resuelve en un día. En un día uno sólo decide cambiar la dirección en el sentido que se percibe correcto... pero la vida no cambió. Y es tal vez la parte más dolorosa porque no es como en los cuentos de hadas infantiles o de los grandes héroes con sus victorias asombrosas.
Sí, cambió todo... en el sentido de que lo más importante es la dirección y no la concreción. Porque el cambio está hecho más de fidelidad que de resultados. Algo que el mundo comprende cada vez menos y cada vez peor. Por eso a la gente se la mueve de un lado para el otro y para todo. Es como una carrera frenética para sostener el sistema y no a las personas ni su crecimiento. Con algunos premios a la codicia para seguir sosteniendo el aliento de un disparate. Inevitable rafting social hasta que la sociedades se vayan autoestrangulando.
En la fidelidad se van liberando como por goteo en una Terapia Intensiva o en un regadío en el desierto, mínimas fomas nuevas. Y uno las va percibiendo, adaptándose a ellas y tolerándolas.
La vida no se resuelve en un día y no son buenas las precipitaciones sólo por los entusiasmos o para liberarnos de las tensiones. A los entusiasmos hay que aprender a domesticar su salvajismo efervescente y a las tensiones hay que aprender a calmarlas para seguir esperando algo verdaderamente bueno y no provisoriamente satisfactorio.

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